La Torre de Pisa, ubicada en la ciudad de Pisa, Italia, está inclinada debido a problemas en el suelo y la base durante su construcción. La torre fue diseñada originalmente para ser una torre campanario para la catedral de Pisa, y su construcción comenzó en 1173.
La torre fue construida sobre suelos compuestos de arcilla, arena y limo, lo que resultó ser un problema fundamental. A medida que los constructores iban completando los niveles superiores, la torre comenzó a inclinarse gradualmente debido a la falta de estabilidad en el suelo. Además, el proceso constructivo se vio interrumpido en varias ocasiones debido a conflictos militares y políticos en la región, lo que permitió que el suelo se asentara y empeorara aún más el problema.
A lo largo de los siglos, se realizaron varios intentos para estabilizar y corregir la inclinación de la Torre de Pisa. En el siglo XX se llevaron a cabo esfuerzos significativos para evitar que la torre se derrumbara. En la década de 1990, se realizaron trabajos de ingeniería que implicaron la eliminación de suelo de la parte más alta del lado inclinado y la instalación de contrapesos en la base para contrarrestar la inclinación.
Hoy en día, la Torre de Pisa es uno de los monumentos más icónicos del mundo y sigue siendo una atracción turística popular. Su inclinación distintiva es el resultado de una combinación de factores geológicos, históricos y constructivos únicos en su época de construcción.